Los humanos somos animales diurnos, aunque para dormir buscamos la oscuridad.
Pero hay una multitud de seres vivos que viven y se han adaptado a la oscuridad y que no pueden bajar las persianas cuando se van a dormir. La contaminación lumínica rompe el equilibrio y las relaciones depredador-presa, altera el reposo, inutiliza las estrategias de camuflaje, las de reproducción, los ciclos circadianos, etc.
Estamos destruyendo sus hábitats, fragmentando y debilitando ecosistemas y pagando mucho más cara la factura eléctrica. Podemos iluminar bien y respetar los ecosistemas nocturnos.